Autoritarismo en Latinoamérica: Un problema moral
26 de abril 2018
– Foto: radiosantiago.cl –
Escrito para El Líbero por Francisco Ramírez Gómez, director Servicio Público Fundación Jaime Guzmán.
En Latinoamérica las cosas no huelen bien. En Nicaragua, los jóvenes están siendo reprimidos por las fuerzas civiles alentadas por el Presidente Ortega; en Cuba, el mundo parece aceptar la sucesión dinástica que cambia al dictador Castro por el títere Díaz-Canel; en Perú, la confianza hacia las instituciones es mínima luego de la renuncia del Presidente Kuczinsky; y en Venezuela, bueno, quizás sería redundante hablar de Venezuela.
A principios de abril tuve la posibilidad de viajar a Lima los días previos a la Cumbre de las Américas, en calidad de miembro en Chile de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia. En el transfer que me llevó del Aeropuerto Jorge Chávez a mi hotel en la comuna de San Borja me fui conversando con Abel, ciudadano peruano de unos 50 años, militar en retiro, clase media, desencantado del sistema.
Y me imagino a los “Abel” del resto de Latinoamérica, desesperanzados e incrédulos ante un sistema político que no les responde y de representantes que parecen no inmutarse ante las vejaciones que cometen los gobiernos del continente. Para ciertos sectores, supuestamente renovadores de la política local, sólo democracias inestables y situaciones críticas que pareciera se resolverán como un dolor de cabeza se cura con aspirina.
Pero no es así, porque las consecuencias de estas “inestabilidades” no son económicas ni políticas: son morales. Porque a los gobernantes autoritarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela no les ha bastado con aniquilar los derechos fundamentales de sus compatriotas, sino que por sobre todo los han privado del derecho a creer. A creer en soluciones pacíficas, a creer en las libertades que tuvieron y que a esta altura miran con añoranza, a creer en que es posible una situación distinta a la que actualmente están viviendo.
Porque estos países, lamentablemente, se han transformado en un “mundo al revés”. Lo que es normal allá sería insólito en cualquier democracia estable del mundo. Y lo que para nosotros es normal en el día a día, allá pasa a ser una causal de desconfianza por parte de las policías políticas y de los regímenes que por años se han impuesto.
Y es así cómo se merman las confianzas ciudadanas, cómo se eliminan de la cotidianeidad las condiciones más básicas —pero tan fundamentales—, como el derecho a la libre expresión o a la libre asociación, cuando los disidentes incluso pierden la posibilidad de mantener en reserva su vida privada, expuestos a actitudes matonescas de regímenes que no toleran las divergencias ni respetan la diversidad.
Así, la esperanza de Latinoamérica sigue recayendo en las nuevas generaciones y en sus convicciones democráticas. Porque mientras los gobernantes actuales prefieran ceder públicamente ante el populista o el dictador, los jóvenes —desde sus distintas plataformas sociales— deben ser quienes propicien los llamados de atención a un continente que pierde con cada segundo su capacidad de asombro y que persevera en su decisión de guardar silencio cuando la democracia está en peligro.
Artículo publicado en: https://www.radiosantiago.cl/archivo/54102